No tenemos una respuesta inmediata. La gente está acostumbrada a tener resultados rápidos y a hacer de tres a cinco cosas al mismo tiempo. Orar es exactamente lo contrario. Requiere que calmemos nuestra alma. No sabemos si obtendremos una respuesta a la importante cuestión que tenemos o cuánto tiempo tendremos que esperar. El concepto de orar pone la decisión en manos de alguien más, no en las nuestras. Pero si nos sentamos a pensar, lo que recibimos después de rezar nos ayuda más y nos cura mejor que cualquier solución temporal que podamos encontrar nosotros mismos. Dios sabe lo que más necesitamos y lo que nos da no es superficial. Incluso los momentos de silencio pueden ser parte de lo que necesitamos.
No nos identificamos con nuestros semejantes. A veces, nos resulta difícil sentir lo que sienten los demás, porque estamos muy atrapados en nuestras propias vidas y problemas. Y tal vez, aunque nos preocupamos por los duros momentos por los que pasan nuestros semejantes, no nos importa lo suficiente como para dedicar tiempo a orar en serio por ellos. Irónicamente, cuanto más oramos por los demás, menos nos preocupamos por ellos. Por otro lado, algunos de nosotros podemos sentirnos abrumados por la longitud de nuestra lista de oración. Es bueno y normal acortarla cuando sentimos que es demasiado larga o agotadora. O podemos dividir a la gente por días. O podemos tomarnos un par de días de descanso. No necesitamos tratar de salvar el mundo. Y no necesitamos sentirnos culpables cuando cuidamos nuestras almas.
Nos olvidamos de la grandeza de Dios. A veces no nos damos cuenta o nos olvidamos de las cosas asombrosas que Dios puede hacer, aunque no responda a nuestras oraciones. Llegamos a un momento en el que ya no queremos invertir tiempo y energía emocional, si consideramos que es en vano. La fe es algo que debemos elegir para cultivar activamente. Los israelitas memorizaron intencionalmente cada momento en que Dios los protegió para recordar su amor y su poder. Recuerde los momentos en que lo vio trabajar o los testimonios de otras personas. Dígase a sí mismo que el mismo Dios está con usted hoy. Tal vez parezca que Él no responde, pero está ahí. Puede actuar instantáneamente como lo hizo en el pasado.
Creemos que Dios mide el tiempo. Independientemente de cómo fuimos criados, muchos de nosotros creemos que hay un período estándar de tiempo que debemos pasar con Dios y de cierta manera. La mayoría de los perfeccionistas están más preocupados por el aspecto de "hacer" en lugar de "ser". ¿Mantenemos nuestros ojos en el reloj mientras pasamos tiempo con nuestros amigos, para asegurarnos de permanecer con ellos solo por un cierto período de tiempo o realmente disfrutamos los momentos juntos? ¿Estamos felices cuando tienen prisa y se van temprano? Lo que sentimos cuando estamos cerca de ellos es lo conectados que estamos con ellos. De manera similar, a Dios le gusta pasar tiempo de calidad con nosotros. Incluso cinco minutos pueden ser significativos cuando los gastamos con todo nuestro corazón, en lugar de una hora perdida solo para decir que hemos cumplido la misión.
Nos hemos acostumbrado a la idea. Para ser honesto, el acto de orar puede ser fácilmente abandonado. Muchos cristianos asustados se arriesgan a considerar la oración como algo común, porque han oído hablar de ella muchas veces. Dios es descrito como nuestro mejor amigo y nuestro más cercano confidente. Pero, ¿nos damos cuenta de lo grande que es Él al desear ser nuestro amigo? ¿Y no cualquier tipo de amigo, sino uno que está más cerca de nosotros que casi cualquier otro y cuya presencia es incondicional? No consideremos con la mayor familiaridad la idea del amor de Dios para evitar que nos demos cuenta de lo extraordinario de este privilegio. El Creador de todo el Universo ha invertido tanto interés en cada pequeño detalle de nuestra vida diaria. Se preocupa por nosotros más que por la persona que más nos ama. Y esto es maravilloso. Maya Angelou se ha expresado muy bien al decir: "Dios me ama. Me sigue abrumando que esta fuerza que ha hecho las hojas, los insectos, el agua, y a tí, me ama". Para mostrar la grandeza de su amor, Dios quiere que pidamos las cosas que es capaz de darnos. Visto desde otra perspectiva, Él es el Rey que no necesita nada de nosotros. Él tendría todo el derecho de pedirnos cosas. Podríamos pensar que, como sus siervos, no se nos debería permitir pedir sino ciertas cosas a nuestro rey, como las relacionadas con la vida y la muerte. ¿Pero podemos imaginarnos a un rey disfrutando cada vez que sus sirvientes están en su presencia sin una razón? ¿Un rey que escucha cuidadosamente cada petición, ya sea grande o pequeña, y la cumple con placer? Este no es un comportamiento normal con los sirvientes. Sólo los amigos son tratados así. Y los niños son tratados de manera similar. El Creador del Universo no necesita invitarnos a pasar tiempo con Él. No necesita desear nuestra comunicación con Él. La comunicación con Él no es una obligación, sino un regalo. De la misma manera, la oración no es sólo un privilegio, sino también una necesidad. A veces, cuando no oramos, nos apetece pedir perdón no sólo ante Dios — que, afortunadamente, no nos guarda rencor — sino también ante nosotros mismos. Sentimos que hemos perdido un momento en el que podríamos haber estado contentos por la paz y la ayuda que necesitábamos.
Usamos el Espíritu Santo como ayuda. Desde un punto de vista fundamental, la oración puede convertirse en una tarea cuando la vemos como algo que debe hacerse. Hay momentos en los que nos sentimos completamente agradecidos por el don de la oración. Pero también hay momentos en los que se percibe como una tarea que debemos quitar de la lista. En momentos como estos, debemos recordar lo que realmente significa la oración. Si logramos hacerlo, no hay posibilidad de sentir que es algo que debe hacerse, sino algo que queremos hacer. Sin embargo, todavía habrá suficientes momentos en los que la oración se vea como una tarea. Como dijo Pablo, el Espíritu está lleno de anhelo, pero la carne es impotente. Es muy fácil volver al hábito de orar sólo cuando estamos listos, si estamos ansiosos o nos distraemos. Afortunadamente, no tenemos que vivir con arrepentimientos. Dios es misericordioso y entiende los desafíos que tenemos que superar como seres humanos. Pero, mientras que la carne es impotente, el Espíritu debe ser poderoso en la oración. Además de recordar la belleza de la oración, podemos pedir la presencia del Espíritu Santo - Él vive en nosotros — para ayudarnos a desear orar. Podemos pedirle que nos ayude a apreciar el privilegio y a descubrir lo que realmente queremos. Y Él nos ayudará con gusto. No olvidemos: ¡siempre vale la pena orar!
Fuente: http://www.relevantmagazine.com/god/why-does-prayer-sometimes-feel-so-boring