Todos hemos participado, al menos una vez en nuestras vidas, en una conversación de grupo en la que se juzgaba a una persona, se le hacía sentir menos importante o culpable de algo.
La violencia no es sólo una cuestión de comportamiento físico — también puede ser parte de nuestro vocabulario. Si hablamos con alguien y le damos la impresión de que no es valioso como persona o nos volvemos críticos, entonces somos violentos.
Mientras crecía en las afueras de Detroit, Marshall B. Rosenberg, a menudo experimentaba este tipo de conversaciones. Así que, decidió encontrar una alternativa útil a las formas violentas en las que la gente a veces se comunicaba, y en los años 60 desarrolló el concepto de comunicación no violenta.
Los psicólogos definen la ‘comunicación no violenta’, como una forma de interacción que facilita los intercambios entre las personas, y que ayuda a resolver los conflictos de forma pacífica.
En el libro "Comunicación No Violenta: A Language of Life (Un Lenguaje de Vida)", Marshall B. Rosenberg explica, que es una forma de comunicación "basada en una entrega mutua desde el corazón".
La comunicación no violenta se centra tanto en nuestras necesidades como en los valores que compartimos diariamente con los que nos rodean. Este tipo de comunicación se basa en el uso de un lenguaje que acentúa nuestra compasión hacia los demás. Podemos considerar la comunicación no violenta como una actitud hacia las situaciones de nuestra vida cotidiana, y esta actitud debe basarse en una comprensión igualitaria de las necesidades de todos. Si nuestras necesidades están al mismo nivel que las de la gente que nos rodea, no tendremos que hacer ningún compromiso o sacrificio. Intentaremos trabajar juntos para encontrar la mejor solución para satisfacer ambas necesidades.
La comunicación no violenta es un gran beneficio para el desarrollo de diferentes tipos de relaciones como las relaciones formales (empleado-empleador), las amistades o las relaciones familiares. La comunicación no violenta se compone de cuatro elementos, a saber, observaciones, sentimientos, necesidades y peticiones. Cada uno de estos elementos tiene un papel muy importante en el desarrollo de una conversación en la que todos los participantes se sientan libres de expresarse sin ser violentos.
La observación representa la fase inicial de la comunicación no violenta. Al principio, debemos recordar que sólo debemos observar el comportamiento del otro y escuchar sus palabras sin evaluar o juzgar lo que hace o dice.
La segunda fase se refiere a lo que sentimos, cuando observamos el comportamiento del otro o cuando escuchamos lo que nos están transmitiendo. Necesitamos ser conscientes de las emociones que sentimos en esos momentos, ya sea que disfrutemos, nos asuste o estemos tristes por lo que escuchamos.
Después de que hemos observado el comportamiento del otro y nos hemos hecho conscientes de nuestras propias emociones, es necesario identificar nuestras necesidades. Tal vez necesitamos que el otro cambie su tono de voz, o tal vez queremos expresarle que lo que hizo o dijo nos hizo felices.
La cuarta fase de la comunicación no violenta es la petición específica. Si no nos sentimos cómodos cuando alguien nos habla de una determinada manera, podemos pedirle que cambie su forma de dirigirse a nosotros, o podemos pedirle que comparta nuestra alegría cuando la discusión nos haga sentir satisfechos. La petición se basa en la identificación de las necesidades, cuando hemos identificado correctamente lo que necesitamos del otro. Sin embargo, nuestra petición también debe tener en cuenta las necesidades y sentimientos de nuestro interlocutor.
La comunicación no violenta puede ser utilizada en cualquier situación. Tomemos el ejemplo del encuentro con un amigo. Hemos planeado ir a algún lugar juntos, pero cuando llega el momento, nuestro amigo llega tarde. Tenemos que observar su acción sin asumir que no valora nuestra amistad o que nos ha abandonado. Podemos sentirnos tristes o enfadados como consecuencia de su acción. Después de la tercera fase de la comunicación no violenta - identificar las necesidades — necesitábamos que nuestro amigo viniera al lugar de encuentro o que explicara por qué no podía llegar a tiempo. Lo último que tenemos que hacer es pedir una explicación y reprogramar para otra ocasión.
En conclusión, la comunicación no violenta nos ayuda a desarrollar relaciones sanas con los que nos rodean, recordar que todos somos iguales y que, cuando desarrollamos la compasión por los demás, podemos resolver nuestros problemas más fácilmente, sin afectar nuestras relaciones.