En algún momento, cada uno de nosotros se enfrenta a un difícil colapso emocional. Ya sea un fracaso profesional, la pérdida de una relación, el divorcio de los padres o la muerte de un ser querido, cada uno de nosotros experimentamos el sufrimiento humano que nos hace vulnerables. Estos son los momentos en los que más necesitamos el apoyo divino.
Huellas en la arena
Recuerdo la historia de un hombre que tuvo la oportunidad de ver toda su vida impresa en la arena. Mirando cuidadosamente, notó que durante sus momentos más tristes y difíciles, sólo había un par de huellas en la arena. Confundido y decepcionado, le preguntó a Jesús por qué no estaba con él cuando más lo necesitaba, cuando se sentía tan desesperado y triste.
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Marta y María probablemente tenían preguntas similares mientras estaban sentadas junto a la cama de su hermano enfermo. Marta le limpió la frente febril, mientras María rezaba por su recuperación. Aunque ambas dedicaron sus días a cuidarlo, su condición empeoró y por eso las hermanas enviaron un breve mensaje a Jesús diciendo: "Señor, he aquí que el que tú amas está enfermo" (Juan 11:3). Sin embargo, el Salvador no pareció apresurarse a curarlo, sino que se quedó dos días más en la ciudad que visitaba.
No había necesidad de recibir ningún aviso de la muerte de su amigo. Jesús sabía que Lázaro había muerto, porque dijo: "Nuestro amigo Lázaro se ha dormido; pero voy a ir allí a despertarlo" (Juan 11:11).
Milagro más allá del sufrimiento
¿Por qué Jesús se demoró tanto antes de responder al desesperado llamado de ayuda? ¿No quería que Lázaro estuviera sano y vivo? Por supuesto que lo amaba, pero este milagro no era sólo para Lázaro y sus hermanas, sino para toda la gente que aún dudaba de su poder. A través de este milagro, Jesús revelaría su poder y majestad a todos aquellos que aún dudaban de su estatus divino.
La parte más hermosa de la historia viene, sin embargo, en el versículo 35 (el más corto de la Biblia) que dice: "Jesús lloró". Cuatro días después del entierro de Lázaro, Jesús se encuentra junto a Marta y María y llora junto a ellas, les comparte su sufrimiento, les pide que le muestren el lugar donde está enterrado su hermano. Aunque sabía que su sufrimiento pronto se convertiría en alegría, Jesús lloró con las dos mujeres porque vio y sintió su dolor, porque estaba lleno de compasión y comprensión, porque las amaba.
Jesús sigue llorando.
Jesús todavía llora contigo cuando te enfrentas a problemas, Él conoce tu sufrimiento mejor que nadie y te da su amor compasivo e incondicional. El dolor es una parte inevitable de nuestras vidas, pero los estímulos que recibimos de Jesús nos hacen más fuertes. Si nosotros los humanos, que somos incuestionablemente malvados, podemos ofrecer consuelo a los demás, imagina cuánto más puede dar Dios a todos en esta Tierra. Lo más hermoso es que Él ya ha encontrado una solución a tus problemas y sufrimientos.
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La pregunta del hombre que vio sus huellas en la arena no quedó sin respuesta. Mirándolo con ojos de amor, Jesús respondió:
"Mi precioso niño, te amo y nunca te dejaré...
Nunca, nunca, durante tus pruebas y tribulaciones.
Cuando sólo viste un par de huellas,
Fue entonces cuando te cargué."
Bibliografía:
Jill Morikone, Heartlift, Pacific Press, 2013.